FENOMENOLOGÍA PARANORMAL: EXPERIENCIAS CERCANAS A LA MUERTE

Este excelente trabajo De Greyson, es el preludio a una futura publicación de mi trabajo sobre el tema.
Considerelo el lector, porque tiene profundas conexiones con la experiencia del visitante y algunas abducciones

EXPERIENCIAS CERCANAS A LA MUERTE

BRUCE GREYSON



 
A los 55 años de edad, casado, el Sr. White, conductor de camiones, fue internado en un hospital con ritmo cardíaco irregular, y durante un diagnóstico angiográfico sufrió una oclusión coronaria. Estuvo en estado crítico y se le hizo una cirugía de cuádruple bypass, luego de lo cual, él mencionó haber tenido una clara sensación de haber dejado su cuerpo y haber observado el cuarto de la operación desde arriba. Él mencionó con precisión ciertos manejos propios de una cirugía cardiovascular, precisando cuándo estos habían ocurrido durante la operación. También describió  haber sido distraído de la escena del cuarto de operaciones por una luz brillante y seguirla a través de un túnel hacia una región cálida, de amor, y paz, donde experimentó un aparente encuentro con su madre muerta y su cuñado, quien le comunicó , sin hablarle, que debía regresar a su cuerpo.
Él despertó con una intensa pasión por ayudar a otros y un deseo de hablar acerca de su experiencia, más allá de la consternación de su  azorada esposa.



DEFINICIÓN

Las experiencias cercanas a la muerte (ECMs) son eventos psicológicos profundos con elementos místicos y trascendentales, típicos de acercamientos a la muerte individuales, o dado en situaciones de intenso daño psíquico o emocional.
Estos elementos incluyen inefabilidad, una sensación de que la experiencia trasciende el ego personal, y una experiencia de unión con un divino o más alto principio. Las ECMs, una vez descartado el significado alucinatorio, ha llegado a ser sujeto de estudios serios por parte de médicos y otros investigadores en años recientes. Más allá de ser considerados una rareza, se ha observado que las ECMs son reportadas por al menos un un tercio de la población que llegó a tener experiencias cercanas a la muerte (Ring, 1984; Sabom, 1982) o por el 5% de la población de los EEUU (Gallup & Proctor, 1982); sin embargo, un relevamiento reciente sugiere que esa estimación puede estar inflada (Greyson, 1998). Aunque el término experiencia cercana a la muerte es un anacronismo, ECM, no fue acuñado hasta 1975, tomando en cuenta eventos similares encontrados en el folclore y escritos de poblaciones Europeas, del Medio Oriente, Africanas, Indias, del Este Asiático, Pacífico, y Nativos Americanos. El fenómeno fue primero descrito como un síndrome clínico en 1982, cuando Heim publicó una colección ( traducida al inglés por Noyes & Kletti, 1972) de experiencias subjetivas de alpinistas que cayeron en los Alpes (como él mismo lo hizo), soldados heridos en batalla, trabajadores que han caído de andamios, e individuos que tuvieron cercan de la muerte o casi ahogados.
Moody, quien acuñó el término experiencia cercana a la muerte en 1975, primero definida en 1977 como “una experiencia perceptual consciente que toma lugar durante... un evento en el cual una persona podría fácilmente morir o ser asesinada ( e incluso estar tan cerca de ser declarada clínicamente muerta) pero, no obstante, sobrevive, y continúa su vida física”(p. 124). Moody más tarde redefine las ECMs como “profundos y espirituales eventos que le ocurren inesperadamente, a algunos individuos en el límite de la muerte (Moody & Perry, 1991, p.11).
El Diccionario de la Medicina Moderna ha ofrecido una definición más específica:

Un fenómeno de naturaleza poco clara que suele ocurrir en pacientes que han estado clínicamente muertos y sin embargo resucitaron; los pacientes reportaron una continuidad de experiencias subjetivas, recordando visitantes y otros eventos hospitalarios, más allá de una completa supresión de actividad cortical; las experiencias cercanas a la muerte son consideradas curiosidades sin una explicación válida en un contexto de paradigmas biomédicos aceptables; el sinónimo trivial, complejo de Lázaro refiere al pasaje bíblico donde Lázaro fue levantado de entre los muertos por Jesús de Nazareth. (Segen, 1992, p. 483).

Las ECMs son reportadas por individuos quienes han sido declarados clínicamente muertos, pero sin embargo resucitaron; por individuos que actualmente murieron, pero pero pudieron describir sus experiencias en sus momentos finales (“visiones en el lecho de muerte”); y por individuos quienes, en el curso de accidentes o enfermedades, estuvieron cerca de la muerte. Aunque estudios iniciales han sugerido que la manera de acercarse a la muerte, o cómo uno llega a estar cerca de la muerte, eso no influencia la ocurrencia o tipo de ECM (Ring, 1980, 1984), los estudios más recientes indicaron que los detalles fisiológicos de las experiencias cercanas a la muerte pueden jugar un rol menor.
Puede ocurrir, por ejemplo, que las ECMs dominadas por rasgos cognitivos como distorsiones temporales, aceleración del pensamiento, y una revisión de la vida, sean más comunes en eventos cercanos a la muerte que son repentinos e inesperados, que en aquellos cuyo fallecimiento pueda haber sido anticipado (Greyson, 1985).


Las ECMs están asociadas con aparentes paros cardíacos, experiencias fuera del cuerpo (OBEs; ver Alvarado, en este volumen, cap. 6), mientras que otros sin esta característica, se asemejan más a una despersonalización, en la cual uno  siente al propio cuerpo como algo irreal; y las ECMs ocurridas a personas intoxicadas que tienden a lo bizarro y a la confusión, como en las alucinaciones (Twemlow, Gabbard, & Coiné, 1982).  


Finalmente, aunque todos los elementos de la ECM pueden ser reportados por individuos que simplemente se perciben a sí mismos como cercanos a la muerte, con rasgos característicos como el encuentro con una luz brillante,  con funciones cognitivas realzadas y emociones positivas son más comunes entre individuos cuya cercanía a la muerte pueden ser corroborados por los registros médicos (Owens, Cook, & Stevenson, 1990). La cercanía de la muerte puede resultar un factor aún más significativo en las ECMs en niños: En un estudio, aunque las ECMs fueron registradas por encima de la mitad de los niños que sobrevivieron enfermedades críticas, no se registraron a los niños que sufrieron enfermedades serias que no fueron potencialmente fatales. (Morse, Castillo, Venecia, Milstein, & Tyler, 1986).




FENOMENOLOGÍA


En el acuñamiento del término experiencia cercana a la muerte, Moody (1975) identificó 15 elementos que parecían ser recurrentes en los reportes de ECMs, a los cuales agregó posteriormente rasgos adicionales (Moody, 1977). Estos elementos fenomenológicos en Exhibición 10.1 El propio sentido de supervivencia a la muerte y la exaltación del funcionamiento mental en un momento en que el cerebro está fisiológicamente perjudicado, así también como las experiencias paranormales y de otro mundo, proporciona a las ECMs la característica de anómala. Moody (1975) notó que no hay dos ECMs que sean iguales, que ninguna experiencia en su colección, incluyó más de 12 de los 15 elementos originales, y que ningún elemento apareció en todas las narrativas, y que el orden en que los elementos aparecían variaban de una experiencia a otra. Se cuidó en contra de tomar su descripción de las ECMs como receta, cuidando que su lista fuera interpretada como un burdo modelo teórico en vez de una definición fija (Moody, 1977). Las ECMs en niños son similares a la de los adultos, excepto que ellos tienden a no incluir una revisión de la vida o encuentros con amigos fallecidos; dos diferencias relativas que pudieron esperarse a causa de la breve experiencia de los niños con la vida (Bus, 1983; Morse et al., 1986).
Varios investigadores han intentado clasificar los rasgos comunes de las ECMs en categorías fenomenológicas discretas. Noyes y Slymen (1978-1979) analizaron el factor de los rasgos reportados por las experiencias cercanas a la muerte y las clasificaron de la siguiente manera:


EXHIBICIÓN 10.1

Elementos comunes y recurrentes en experiencias cercanas a la muerte en adultos (Moody, 1975, 1977)

 

Elementos que ocurrieron durante las experiencias cercanas a la muerte:
Inefabilidad
Escuchar como se lo declara muerto
Sentimientos de paz y quietud
Escuchar ruidos inusuales
Ver un túnel oscuro
Sentirse “fuera del cuerpo”
Encontrarse con “seres espirituales”
Experimentar una luz brillante como un “ser de luz”
Una revisión panorámica de la vida
Experimentar un reino  en el cual existe todo el conocimiento
Experimentar ciudades de luz
Experimentar un reino de espíritus confundidos
Experimentar un “rescate sobrenatural”
Sentir como un borde o límite
Regresar “dentro del cuerpo”

Elementos que ocurrieron como efectos posteriores

Frustración al comentarle la experiencia a otros
Sutil “expansión y profundización” del concepto de la vida
Eliminación del temor a la muerte
Corroboración de los eventos por testigos mientras estaba “fuera del cuerpo”
 


Fueron entonces en (a) elementos místicos, como un sentimiento de gran entendimiento, vívidas imágenes, y una reactualización de recuerdos; (b) elementos de despersonalización, los cuáles pueden incluir pérdida de la emoción, separación del cuerpo, y sentimientos de extrañeza e irrealidad; y (c) elementos de hiperalerta como rápidos y vívidos pensamientos y visión y audición agudas. Greyson (1985), sobre las bases de un análisis de una agrupación de elementos reportados, clasificó entonces en (a) rasgos cognitivos (distorsión temporal, aceleración del pensamiento, revisión de la vida y revelación), (b) rasgos afectivos (paz, gozo, unidad cósmica y un encuentro con la luz), (c) rasgos paranormales (eventos sensoriales vívidos, aparente percepción extrasensorial y visiones precognitivas, y OBEs (EFC), y (d) rasgos trascendentales (encuentros de otro mundo con seres místicos, espíritus visibles, y un borde incruzable).
Otras clasificaciones de la ECM  asumieron que la experiencia se revela en un diseño temporal consistente.. Noyes (1972) describió los siguientes estados de desarrollo de ECM: (a) resistencia, finalizada con rendición y tranquilidad; (b) revisión, incluyendo experiencias fuera del cuerpo y de recuerdos panorámicos; y (c) trascendencia, incluyendo una dimensión atemporal de existencia. Ring (1980) clasifica el desarrollo de los estadios de  la ECM en (a) paz y bienestar, (b) separación del cuerpo físico, (c) entrada a una región transitoria de oscuridad, (d) ver una luz brillante, y (e) entrar atravesando la luz, hacia otro estado de existencia. Aunque Ring reconoció que estos estados no siempre se desarrollan en esta estricta secuencia, él y otros investigadores han usado este modelo para medir la “profundidad”de una ECM así como, por ejemplo, una experiencia con la luz puede ser considerada “más profunda”que una separación del cuerpo. Ring (1984) posteriormente describe la progresión de lo que él llama el núcleo de la ECM, una particular y profunda experiencia: velocidad y aceleración como una aproximación a la luz, que, a pesar de su brillantez, no lastima los ojos; amor puro, total aceptación, perdón y un sentido de retorno al hogar en presencia de la luz; comunicación no verbal instantánea con la luz, la cuál imparte conocimiento, ayudando al experienciante a través de una revisión de su vida a identificar los asuntos verdaderamente importantes en la vida; música trascendental, medioambiente paradisíaco, y ciudades de luz; y una añoranza de permanecer en la luz por siempre.
Hay aún otras clasificaciones de las ECMs que son tomadas como tipos fenomenológicos discretos de experiencia. Sabom (1982) clasificó las ECMs en (a) experiencias autoscópicas involucrando auto-visualización desde una posición de arriba, (b) experiencias trascendentales que involucraban un aparente pasaje  a un extraño reino o dimensión, y (c) una combinación de experiencias con rasgos tanto autoscópicos como trascendentales. Greyson (1985) clasificó las ECMs de acuerdo a la dominancia específica de sus componentes previamente identificados como (a)  de tipo cognitivo, (b)  de tipo afectivo, y (c) de tipo trascendental. Twemlow y col. (1982), sobre la base de un análisis multivariado de las agrupaciones de rasgos fenomenológicos, sugirió una clasificación de experiencias en aquellas asociadas con condiciones preexistentes de (a) bajo estrés (b) estrés emocional, (c) intoxicación, (d) ataque cardíaco, o (e) anestesia.
Greyson y bus (1992) clasificó los más raros y angustiantes tipos de ECM en (a) experiencias fenomenológicas de del tipo de felicidad extrema pero interpretadas como terroríficas, (b) experiencias de inexistencia o de vacío eterno, y (c) experiencias con imaginería marcadamente infernal. A pesar de  la riqueza de los datos cubiertos en varias clasificaciones, ninguno de esos datos han sido testeados en términos puramente clínicos o validarlos en la predicción de los efectos de la ECM.




EFECTOS POSTERIORES


Sin reparar en su causa, las ECMs trascendentes pueden alterar dramática y permanentemente las experiencias individuales, las actitudes, creencias y valores.
El crecimiento de la literatura relacionada con los efectos posteriores de las ECM ha hecho foco sobre las beneficiosas transformaciones personales que a menudo la siguen. Los efectos posteriores más comunes incluyen incremento de espiritualidad, relacionado con los demás, y apreciación de la vida y la disminución del temor a la muerte, del materialismo y la competitividad (Flynn, 1986; Grey, 1985; Sabom, 1982). Las experiencias cercanas a la muerte tienden a verse como una parte integral de un universo benevolente y con un propósito en el cuál la ganancia personal, particularmente a expensas de otros, es lejos lo más irrelevante. En estudios comparativos de las actitudes de los protagonistas antes y después de sus experiencias, Noyes (1980) encuentra que ellos reportaron un una reducción del temor a la muerte, un sentido de relativa invulnerabilidad, un sentimiento de especial importancia o destino, y una muy fuerte creencia en la existencia postmortem. Ring (1980, 1984) encontró que los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte, incrementaron su creencia en una vida posterior, un renovado sentido de propósito, gran confianza y flexibilidad en lidiar con las vicisitudes de la vida, un incremento del valor del amor y el servicio, y una disminución relativa al estatus personal y las posesiones materiales, una gran compasión por los demás, un exaltado sentido de la existencia de un propósito espiritual, y una alta reducción del temor a la muerte.
Flynn (1982) encontró que los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte reportaron un gran incremento del interés por los otros, una disminución del miedo a morir, un incremento de la creencia en una vida ulterior, un incremento del interés  y el sentimiento religioso, y una disminución o pérdida del deseo por el éxito material y de la aprobación de los demás. Bauer (1985), usando una instrumentación basada en la logoterapia de Frankl, encontró que las ECMs guiaban hacia cambios positivos en el propósito y significado de la vida y de la aceptación de la muerte.. En estudios comparativos de las actitudes de protagonistas de experiencias cercanas a la muerte con otros grupos, incluyendo personas que habían estado cerca de la muerte pero que no habían experimentado ECMs, Greyson encontró que los protagonistas colocaban más por debajo el estatus social y profesional o el éxito material y la fama (Greyson 1983 a) y encontraban la muerte menos amenazante (Greyson, 1992). Aunque una actitud de menor temor a la muerte ha sido asociada a un incremento de pensamientos suicidas (Shneidman, 1971), los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte paradójicamente expresan las objeciones más fuerte sal suicidio que el ejemplo comparativo, primariamente sobre las bases de un incremento de creencias transpersonales o trascendentales (Greyson, 1992-1993). Esos cambios profundos en actitudes y comportamientos han sido corroborados en estudios a largo plazo de protagonistas de experiencias cercanas a la muerte y en entrevistas con otros (Ring, 1984).
DIFERENCIAS INDIVIDUALES


Los investigadores algunos rasgos personales o variables que pueden predecir quien tendrá una ECM o que tipo de ECM puede tener una persona. Estudios retrospectivos de protagonistas de experiencias cercanas a la muerte han mostrado ser colectivamente más saludables psicológicamente e individualmente no hubo diferencias en la comparación de grupos por edad, sexo, raza, religión, religiosidad, o salud mental (Gabbard & Twemlow, 1984; Greyson, 1991; Irwin, 1985; Ring, 1980; Sabom, 1982). Locke y Shontz (1983) encontraron que los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte son indistinguibles de aquellos que no tuvieron la experiencia en inteligencia, neuroticismo, extroversión,  rasgos y estados de ansiedad, o en una medición Rorschach relevante.
Sin embargo, algunos estudios han sugerido que los protagonistas a ser mejores sujetos de hipnosis, recordando sus sueños más a menudo, y más propensos a usar imaginería mental (Council  & Greyson, 1985; Irwin, 1985), y tienden a reconocer más traumas infantiles y tendencias disociativas (Ring, 1992) que el grupo de no protagonistas. No es claro, sin embargo, si estos rasgos o recuerdos de experiencias previas son el resultado de haber tenido una ECM o si la gente que ha tenido esas características es más propensa a tener ECMs cuando están cerca de la muerte..
Comparaciones de recuentos de ECMs de diferentes culturas sugiere las creencias previas tienen alguna influencia sobre el tipo de experiencia que una persona reportará en un encuentro cercano con la muerte. De cualquier manera, los rasgos como encuentros con  otros seres y reinos son elementos  transculturales, la revisión de la vida y la sensación del túnel, por ejemplo, son principalmente reportados por culturas Cristianas y Budistas pero son raras entre nativos las poblaciones nativas en Norteamérica, Australia, y las islas del Pacífico (kellehear, 1993). Las influencias culturales han guiado a algunos académicos a interpretar a interpretar ECMs nada más que como reacciones emocionales frente al hecho de lidiar con la muerte inminente (Ehrenwald, 1974; Luckianowicz, 1958; Noyes, Hoenk, Kuperman, y Slymen, 1977; Noyes & Kletti, 1976), pero  no pueden reflejar demasiado de la experiencia en sí misma como los protagonistas quienes tienen la habilidad de procesar y expresar un evento que es absolutamente inefable.




PSICOPATOLOGÍA


Es notorio que, más allá de los estudios retrospectivos que los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte han mostrado la mayoría de ellos ser psicológicamente individuos saludables que no difieren de aquellos que no tuvieron la experiencia en grupos comparativos en mediciones de salud mental (Gabbard & Twemlow, 1984; Greyson, 1991; Irwin, 1985; Locke & Shontz, 1983). Sin embargo, las ECMs han sido especulativamente ligadas a condiciones psicopatológicas severas.




Disociación

Aunque las descripciones clínicas de las ECMs pueden encontrarse en los registros médicos del siglo 19, el análisis psicológico de fue raro hasta el artículo de Pfister’s 1930, traducido al inglés medio siglo más tarde (Kletti & Noyes, 1981). Pfister propuso que las personas que se encontraban frente a un peligro el cual era potencialmente peligroso y del cual era imposible escapar, intentaban excluir la desagradable realidad de su percepción reemplazándolas con agradables fantasías que protegían al individuo de ser paralizado por un shock emocional. La interpretación de Pfister de las ECMs como una defensa contra la posibilidad de la muerte fue elaborada por Noyes y Kletti (1976, 1977), quienes concibieron que la ECM es un tipo de despersonalización, consistente en sentimientos de extrañeza e irrealidad. Se extendieron hacia el concepto de que un estado de despersonalización imita un estado de muerte, este mecanismo podría interpretarse como un sacrificio de una parte del self para evitar la muerte actual.
Sin embargo, como Noyes y sus colegas indicaron, este modelo sólo puede acomodarse a algunos de los fenómenos comunes a las ECMs. Noyes y Kletti (1977) encontraron que aquellos que sobrevivieron a un peligro que amenaza de su vida reportaron despersonalización y una sensación de separación de sus cuerpos,  desrealización (un sentimiento de separación, o irrealidad del medioambiente), distorsión temporal, y pérdida de la emoción. Sin embargo, como se mencionó anteriormente, en un análisis de factores de respuesta a peligros que amenazan la vida, Noyes y Slymen (1978-1979) identificaron, agregando a la despersonalización, un factor de hiperalertas, diametralmente opuesto a la despersonalización, y un factor de “conciencia mística” no mencionado por el modelo de despersonalización. Gabbard y Twenlow (1984) diferenciaron entre despersonalización y ECMs, sobre un determinado número de parámetros. Señalaron que la despersonalización usualmente no incluye la sensación de estar “fuera del cuerpo”; sino que es experimentado como  una especie de desagradable pesadilla; se caracteriza afectivamente como por estados de ansiedad, pánico y sentimiento de vacío; se experimenta como patológico y extraño; es típico en personas entre los 15 y los 30 años de edad y raramente en aquellos que tienen más de 40; y ocurre solo 2 veces a hombres y mujeres por igual. Las ECMs al contrario, a menudo incluye una sensación de estar “fuera del cuerpo”; y no es experimentada como una pesadilla; tiene la característica de ser placentera; está caracterizada afectivamente por gozo, éxtasis, y sentimientos de calma, paz, y tranquilidad; se experimenta como algo religioso, espiritual y noético; no tiene características determinadas por grupos de edad; aunque tiene una distribución por sexo.
Irwin (1993) argumentó contra la visión de la ECM como un tipo de despersonalización, en la cual el protagonista de la ECM tiene un sentido de identidad no alterado, de hecho, está inusualmente lúcido; lo que sí se altera es la asociación entre la identidad y las sensaciones corporales. Así, él argumentó que la ECM no es un ejemplo de despersonalización sino más bien de una disociación de la propia identidad con respecto a las sensaciones corporales y emociones. Los conceptos de disociación la pérdida de la integración entre los procesos psicológicos que ordinariamente deberían estar integrados, una alteración de la conciencia caracterizada por una desconexión o desenganche con el medioambiente, y un mecanismo de defensa para salvaguardar contra la ansiedad o el dolor (Cárdeña, 1994). La disociación puede ser descripta  como la separación de las emociones de las ideas o situaciones, así el impacto emocional del protagonista puede ser aplazado o retrasado. Las ECMs no parecen estar relacionadas con desórdenes disociativos, los cuáles se caracterizan , una disociación persistente, recurrente o crónica que involucra estrés o desajustes.
Irwin (1993) no encontró diferencias significativas en los tipos de disociación entre los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte, y los ejemplos comparativos, pero sí encontró un alto y significativo rango de traumas infantiles entre los protagonistas. Así que a pesar de reportar un gran número de eventos traumáticos y episódicos en la infancia, los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte no mostraron ser propensos a la disociación. Irwin especuló que los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte pueden revelar una tendencia a disociar en respuesta a eventos particularmente estresantes, pero no mostraron estilo de defensa disociativo general para poder lidiar con el stress diario..
Ring (1992) sugirió que la disociación podría explicar lo que los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte llaman “sensibilidad a realidades alternas” (p. 115) por “realidades intensificadas”. Ring menciona dimensiones o reinos de existencia diferentes de la realidad, pero objetivamente reales como el mundo de la conciencia ordinaria despierta.
Como una razón para sospechar que la disociación es parte del perfil psicológico de los protagonistas, el citó evidencia de su investigación que las experiencias de los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte son más agradables que las de otros sujetos que sufrieron abuso sexual infantil y trauma. Ring encontró que las tendencias disociativas de los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte son más grandes que la de los ejemplos comparativos, a lo que él argumentó que los protagonistas podrían tener experiencias disociativas aunque no manifestaban desórdenes disociativos. Propuso una desarrollada teoría de la sensibilidad a experiencias extraordinarias como las ECMs, en las cuáles el abuso infantil o trauma, estimula el desarrollo de respuestas disociativas como una forma de defensa psicológica. Así la disociación hace al niño “desintonizarse” de los aspectos amenazantes del medioambiente físico y social escindiéndose como un recurso para evitar las amenazas, también le permite resintonisarse  a través de un estado de realidad alterna en el cual, por virtud del estado disociativo, él o ella pueden sentir cierta seguridad más allá de lo que le ocurra al cuerpo.

Absorción y propensión a las fantasías

Ring (1992) ha argumentado, sin embargo, que la resintonización hacia realidades alternas no es producto de la disociación en sí misma, la cuál solo la permite, pero si lo es la absorción psicológica, o la propensión a focalizar la atención en sí mismo sobre la base de la imaginería o experiencias sensoriales seleccionadas con la exclusión de cualquier otro evento en el medioambiente externo (Tellegen & Atkinson, 1974). De acuerdo a este modelo, para registrar y recordar realidades alternas, uno debe trascender el mundo sensorial (disociación) y atender a los estados internos (absorción).
Ring ha resumido el desarrollo de lo que él ha llamado la personalidad de propensión al encuentro , que muestra a un individuo quien viniendo de un historial de abuso infantil y trauma, ha revelado tendencias disociativas así como la capacidad de llegar a estar profundamente absorto en realidades alternas. Así un individuo, argumenta Ring, podría estar bien acostumbrado a cualquier estado inusual de conciencia por virtud de este tipo de condicionamiento psicológico en la infancia y podría, por la familiaridad con estos estados alternos de realidad, ser más parecido que otros a un estado cercano a la muerte para “saltar”hacia ese modo de conciencia y así “ver”lo que otros no pueden percibir. Ring (1992) concluyó que ciertas personas experimentan ECMs como “una especie de don compensatorio, como pago por los daños que han sufrido en su crecimiento (p. 146). También notó que el abuso y trauma  infantil es solo una de las rutas hacia la propensión  de padecer encuentros extraordinarios con ECMs. Algunas personas tienen una predisposición innata a estas experiencias, mientras que otras pueden ser desarrollarlas a través de medios positivos como tener una  imaginación muy desarrollada desde la infancia, para cultivar la sensibilidad a realidades no ordinarias.
Relacionando a Tellegen y Atkinson (1974) y al concepto de absorción de Ring (1992) las personalidades propensas al encuentro es el constructo de las personalidades propensas a la fantasía. En un intensivo estudio con entrevistas de excelentes sujetos hipnóticos, Wilson y Barber (1981, 1983) descubrieron un rasgo que etiquetaron como propensión a la fantasía  , caracterizado por una fuerte tendencia a vivir en la fantasía, una habilidad alucinatoria vívida, intensas experiencias sensoriales, y una excelente memoria eidética. Ellos hipotetizaron que los fantaseadores envueltos en una intensa imaginación representan un fin adaptativo extremo de un continuum y de una dimensión central de sensibilidad hipnótica, y estimaron que más del 4% de la población de los EEUU están incluidos en una entidad unitaria no registrada, la “personalidad propensa a la fantasía”. Wilson y Barber (1983) sugirieron que los fantaseadores pueden ser más propensos que el resto a reportar ECMs, así como otros fenómenos paranormales como OBEs, visiones religiosas, apariciones, y habilidades psíquicas. Ellos postularon que las personalidades propensas a la fantasía pueden revelarse incluso como de lidiar con traumas infantiles o abandono, o ser el resultado de estímulos tempranos de la fantasía por adultos significativos, como Ring (1992) luego hipotetizó para el origen de las personalidades propensas al encuentro.
En una serie de estudios de investigación de la tendencia a la fantasía en una muestra más grande que la de Wilson y Barber (1983), y uno que incluía un rango más amplio de propensión a la fantasía, Lynn y Rhue (1986, 1988)  corroboró que los reportes acerca de los fantaseadores son más frecuentes y severos en casos de castigos físicos y soledad que en los no propensos a la fantasía, y ellos encontraron que los fantasiosos estaban por encima de los menos tendientes a la fantasía en mediciones de hipnotizabilidad, absorción, imaginería mental vívida, respuesta a las sugestiones para despertar, y la creatividad. También comprobaron las observaciones de Wilson y Barber acerca de la naturaleza adaptativa de la propensión a la fantasía. En los estudios globales de Lynn y Rhue los fantasiosos demostraron prueba de realidad adecuada, tenían una vida rica cognitiva y afectivamente, estaban en concordancia con las normas sociales, eran cognitiva y afectivamente versátiles y bien ajustados, y tenían muchos amigos cercanos y un concepto positivo de ellos mismos, aunque un subconjunto de fantaseadores estaba más perturbado que el ejemplo comparativo. Sin embargo, estos estudios despertaron preguntas acerca de la discriminabilidad de los constructos de las propensiones a la fantasía, involucramiento imaginativo, y absorción y encontraron que la asociación de estos rasgos con la hipnotizabilidad fueron menos fuertes que en el trabajo de Wilson y Barber. De manera más significativa, concluyeron que, por la diversidad inherente en la población propensa a la fantasía, es engañoso pensar en lo individual al extremo de concluir que la propensión a la fantasía es un continuum conformado por un único tipo de personalidad. Contrariamente a las observaciones de Wilson y Barber, los ejemplos de Lynn y Rhue de fantaseadores no alucinaron “de manera tan real como la realidad”, pero reportaron experiencias alucinatorias incompletas que no fueron tan vívidas, estables o detalladas.
Los datos empíricos con respecto a la absorción y la tendencia a la fantasía entre protagonistas de experiencias cercanas a la muerte han sido sugestivos pero no concluyentes. Irwin (1985) ha documentado que las OBEs están de hecho relacionadas a las habilidades de absorción mientras que Council y Greyson encontraron mayores tendencias tanto de absorción como de  propensión a la fantasía entre protagonistas de experiencias cercanas a la muerte que entre los grupos comparativos, y una pequeña correlación positiva entre la “profundidad”de las ECMs y la absorción y la propensión a la fantasía.. Sin embargo, los puntajes de los protagonistas en la medición de la propensión a la fantasía fue sustancialmente más bajo que aquellos fantasiosos de Wilson y Barber. Ring (1992) encontró que los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte y una comparación con personas interesadas en ECMs no difirieron en la propensión a la fantasía, aunque los protagonistas reportaron una alta incidencia de abuso infantil y trauma y una mayor sensibilidad a realidades no ordinarias en la infancia que el grupo comparativo. Sin embargo, Ring evaluó propensión a la fantasía con un cuestionario de 10 ítems, mientras que otros investigadores han reportado que las diferencias entre fantasiosos y muestras comparativas podrían ser más aparentes  cuando las intensivas entrevistas son usadas para evaluar propensión a la fantasía (Lynn y Rhue, 1998).
En el contexto de la hipnosis Barber (1999) recientemente propuso que hay tres tipos de individuos que podrían exhibir alteraciones en el comportamiento y en la experiencia: individuos con propensión a la fantasía, quienes tienden a experimentar amnesia y otras formas de disociación,  e individuos altamente motivados y ansiosos. Esta propuesta parece tener una validez transcultural (Cárdena, 1996) y sostiene la noción de que hay varias rutas para tener experiencias inusuales.


trastorno por estrés postraumático


El diagnóstico diferencial de los problemas relacionados con la ECM incluye trastorno por estrés postraumático (TPEP), y ambas condiciones  involucrar dolor siguiendo la exposición a una amenaza de muerte o daño serio. Los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte, como las personas con TPEP, pueden reportar recuerdos intrusivos de los eventos, y a veces un sentimiento de revivir la experiencia. Los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte que han tenido dificultades para lidiar con su experiencia y sus efectos posteriores pueden reportar síntomas de TPEP de sueños recurrentes penosos  de los eventos,  angustia, y reacciones fisiológicas a señales que simbolicen el evento. Como agregado a estos síntomas intrusivos comunes, algunos protagonistas también presentan síntomas evitativos, como la disminución del interés en actividades, alejamiento de los otros, restricción del rango de los afectos, y una sensación de un futuro acotado. Ocasionalmente, pueden reportar esfuerzos para evitar recuerdos de la experiencia o dificultades para recordar parte de la experiencia. No obstante, la mayoría de la gente que han experimentado una ECM no exhiben criterios diagnósticos de TPEP u otras patologías mentales.


Problemas religiosos o espirituales


Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM IV 4ª edición) distingue una categoría de problemas etiquetada como “otras condiciones que podrían ser foco de atención clínica”(Asociación de Psiquiatría Americana, 1994, pp. 675-686). Estas condiciones podrían ocurrir en individuos que no tienen trastornos mentales, en individuos que tienen trastornos mentales a los cuáles la “otra condición” no está emparentada o asociada con un trastorno mental pero lo suficientemente severa para garantizarles atención individual.
Lukoff, Lu, y Turner (1992) propusieron que esta categoría incluya un diagnóstico de problema religioso o espiritual para compensar la tendencia de los profesionales de la salud mental a ignorar o patologizar problemas religiosos y espirituales, produciendo daño iatrogénico;  el DSM IV advierte contra las malas interpretaciones  de tomar como trastornos mentales     a “ciertas prácticas religiosas o creencias (p.e., escuchar o ver a un difunto durante una relativa aflicción (Asociación de psiquiatría Americana, 1994, p. xxiv).
Turner, Lukoff, Barnhouse, y Lu (1995) compararon la activación de problemas religiosos o espirituales por un evento sumamente estresante, como una ECM, con una simple aflicción. Sólo que el diagnóstico de un episodio depresivo mayor no debería darse cuando los síntomas depresivos resultan de una reacción normal hacia la muerte, así que las secuelas características de una ECM no deberían verse como una evidencia de un trastorno mental, sino más bien como una reacción normal a al stress por la amenaza hacia la vida. Esta nueva categoría en el DSM IV reconoce que los problemas psicológicos de una naturaleza religiosa y espiritual no son necesariamente atribuibles a un trastorno mental o reductible a una explicación biológica y a un tratamiento (Turner y col., 1995).
Considerando que Lukoff y col. (1992) han incluido en su definición de “problemas religiosos y espirituales”dos ejemplos específicos, experiencias místicas y ECMs, el DSM IV reemplazó estos ejemplos por la menos específica frase “ cuestionamientos de otros valores espirituales los cuales no deben necesariamente se referidos como una iglesia organizada o  institución religiosa”(Asociación de psiquiatría Americana, 1994, p.685). Turner y col. (1995) notaron que esto podía involucrar preguntas acerca de  una completa forma de vida, propósito de vida, y una fuente de significado. Ellos argumentaron que la investigación científica, de la década pasada ha establecido que la ECM es un fenómeno psicológico identificable que, aunque no atribuible a un trastorno mental, a menudo precipita un significado intrapsíquico y de dificultades interpersonales como enojo, depresión, y aislamiento. Con respecto al estrés relacionado a las ECM como un problema religioso o espiritual puede reducir los diagnósticos inapropiados y las intervenciones y guiar a más enfocadas estrategias de tratamiento (Greyson, 1997).



Otros Fenómenos Psicopatológicos


Las ECMs tienen una semejanza con los síntomas de autoscopía, los cuáles han sido documentados en asociación con una variedad de lesiones cerebrales. Sin embargo, las ECMs difieren de los fenómenos autoscópicos en que la  propia observación de los puntos de percepción es experimentada como fuera del cuerpo físico, desde cuya perspectiva el individuo ve su propio cuerpo físico inactivo, en contraste con la autoscopía, la cual involucra visiones de un aparición activa de un “doble” (Gabbard y Twemlow, 1984).
Las ECMs también tienen similitudes superficiales con las alucinaciones inducidas por sustancias psicoactivas, como la sensación de movimiento a través de túneles oscuros, y visiones de luces brillantes, pero son más complejas que la mayoría de las imaginerías mentales inducidas por drogas, y están a menudo más dotadas con significados personales (Bates y Stanley, 1985), y a menudo ocurren en ausencia de sustancias psicoactivas.
Las experiencias espirituales como las ECMs peden diferenciarse claramente de al menos algunos breves trastornos psicóticos por sus ataques agudos seguido de una precipitación de estrés y junto a buen funcionamiento premórbido de los protagonistas y una actitud exploratoria positiva hacia la experiencia (Lukoff, 1985). El DSM IV advierte contra confusiones de síntomas de breves trastornos psicóticos con experiencias religiosas que no deben ser percibidas como patológicas (Asociación de Psiquiatría Americana, 1994, p. 643)).
 Un diagnóstico de trastorno por adaptación no es apropiado para casos de problemas relacionados con la ECM en los cuáles se requieren síntomas emocionales o de comportamiento en presencia de excesos de reacciones normales al estrés. La ira, depresión, y las dificultades personales, que pueden acompañar las ECMs son apropiadamente consideradas como respuestas esperables a situaciones tumultuosas y no deberían ser consideradas como  trastornos por adaptación sino más bien como duelos normales. Lukoff y col., 1992). Finalmente, la ocurrencia de ECMs  virtualmente en algún punto del ciclo de la vida desde la infancia a la vejez es un argumento en contra de los diagnósticos de problemas en determinadas fases de la vida.
Así, aunque los relatos de experiencias cercanas a la muerte tienen alguna similitud con algunos síntomas de enfermedad mental, las ECMs, y sus secuelas son  prontamente distinguidas de la enfermedad mental en su fenomenología, antecedentes, y efectos posteriores. Es plausible entonces asumir que pueden ser distinguidas en su etiología y respuesta a variados tratamientos. Tomando en cuenta  el etiquetamiento del nuevo diagnóstico de problemas religiosos y espirituales puedan guiar  a la clínica hacia un diagnóstico relevante y a una literatura de tratamiento (Turner y col., 1995) y minimizar o prevenir sufrimientos innecesarios como resultado de un diagnóstico desacertado y un cuidado inapropiado (Bowen, 1974; Greyson, 1996; Greyson & Harris, 1987). El DSM IV permite la opción de diagnosticar problemas religiosos o espirituales aunque estos aparecen relacionados a un trastorno mental, con tal de que estos sean lo suficientemente severos para garantizar atención clínica independiente. Cada caso levanta cuestiones no sólo de  diagnóstico diferencial de las condiciones comórbidas sino también la relación causal entre ellos; así que, o las ECMs pueden predisponer hacia ciertos trastornos mentales o ciertos trastornos mentales pueden predisponer hacia problemas espirituales en los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte. Investigaciones posteriores son necesarias para refinar los diagnósticos base, pero la falta de criterios diagnósticos diferenciales definidos  en el momento presente no debería evitar reconocer las ECMs como condiciones diferentes de trastornos mentales (Greyson, 1977).



PROBLEMAS CLÍNICOS Y RIESGOS



La ECM es usualmente considerada como una experiencia positiva, y cuando no llevan a la angustia, la mayoría de los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte gradualmente se ajustan a sí mismos sin ninguna ayuda. Sin embargo, ese ajuste a menudo requiere que ellos adopten nuevos valores, actitudes e intereses. La familia y los amigos pueden encontrar dificultades para comprender la nuevas creencias y comportamientos de los protagonistas. Por otro lado, el protagonista puede evitar otros significados, como que sienta que esta bajo una influencia indeseable. Por otro lado, los amigos y la familia, influenciados por la publicidad popular acerca de los efectos positivos de las ECMs pueden poner al protagonista en un pedestal y esperar cambios irreales. Algunas veces, los amigos esperan paciencia sobrehumana y perdón del protagonista o curaciones milagrosas y poderes proféticos y puede llegar a ser amargo y rechazante para el protagonista, quien no vive bajo esas irreales expectativas.
La forma en la que un psicoterapeuta responde frente al protagonista de experiencias cercanas a la muerte puede tener una tremenda influencia sobre si la ECM es aceptada y llega a ser un estímulo al crecimiento psicoespiritual, o si es considerada como una experiencia bizarra que no debe ser compartida, por temor a ser etiquetado como enfermo mental. A pesar de la prevalencia de las ECMs y la considerable investigación acerca de sus efectos positivos posteriores, algunos han escrito, sobre los problemas psicosociales y psicoespirituales que a menudo acompañan a las ECMs. Aunque los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte algunas veces  sienten angustia si la ECM entra en conflicto con son su propias creencias sostenidas y sus actitudes, el énfasis en la creencia previa de la media popular sobre los efectos positivos de las ECMs, pueden inhibir a aquellos quienes tienen problemas para buscar ayuda. Algunas veces la gente que  ha tenido un total e inesperado encuentro con las ECM puede dudar acerca de su salud pero son a menudo temores al rechazo o al ridículo si ellos discuten este temor con amigos o profesionales. Demasiado a menudo,  los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte reciben reacciones negativas de los profesionales cuando ellos describen sus experiencias, con desencanto entonces buscan a algún otro que les pueda ayudar a entender la experiencia (Hoffman, 1995a, 1995b).
Los problemas emocionales que siguen a las ECMs incluyen ira y depresión y tambien como “estar de vuelta”, quizá desganado. Los protagonistas pueden tener problemas  para encajar la experiencia dentro de sus creencias religiosas tradicionales, valores o estilo de vida. Porque la experiencia parece verse tan central para los protagonistas con un sentido de mismidad y parece también apartarlos de la gente que los rodea, los protagonistas los protagonistas pueden legar a autodefinirse en estos términos exclusivamente.
Porque muchas de sus nuevas actitudes y creencias son tan diferentes de aquellos que lo rodean, los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte llegan a superar la preocupación de que ellos son algo anormales pero redefinirse a ellos mismos como normales. Pueden tener una sensación de distancia o separación de la gente que no ha tenido una experiencia similar y pueden temer ser ridiculizados o rechazados por otros, algunas veces con buena razón. Difícilmente reconcilian las nuevas actitudes y creencias con las expectativas de sus amigos o la familia pudiendo interferir con el mantenimiento de los viejos roles y estilos de vida que no hace mucho tiempo tenían el mismo significado. los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte pueden encontrar imposible comunicar a otros el significado y el impacto de la ECM en sus vidas. Frecuentemente, han experimentado un sentido de amor incondicional  en la ECM, los protagonistas no pueden aceptar las condiciones  y limitaciones de las relaciones humanas (Greyson, 1996, 1997; Greyson & Harris, 1987). Por encima y más allá de estos problemas, los cuáles los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte pueden enfrentar en un grado u otro, la gente que se ha atemorizado con las ECMs tiene inquietudes adicionales acerca de que tipo de experiencia puede ser problemática por las terroríficas escenas de la propia experiencia. Problemas adicionales pueden seguir a las ECMs en niños jóvenes  o en aquellos en los que puede surgir un intento de suicidio.
Varios investigadores han notado que  el valor de las incongruencias entre los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte y sus familias pueden llevar a un relativo alto rango de divorcios a dichos protagonistas. (Bush, 1991), aunque no hay estudios que hayan reportado comparación con grupos parejos y apropiados de no protagonistas. Aunque muchos divorcios entre no protagonistas ocurren debido a argumentos de falta de dinero, las rupturas maritales en los protagonistas parece tener lugar porque ellos no son tan materialistas en sus valores que sus esposos/as. (Flynn, 1986). La “muerte social” que ocurre cuando la personalidad familiar de los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte cambia puede ser disruptivo para las familias tanto como la muerte física de la persona (Insinger, 1991). (Bus, 1991) concluyó que el precio de una ECM “puede incluir depresiones a largo lazo, relaciones rotas, carreras destruidas, sentimientos de severa alineación, e inhabilidad para funcionar en el mundo, largos años de lucha con  un agudo sentido de realidad alterada”. (p. 7).Ella notó un rango de divorcio entre protagonistas de un 75%, aunque reconoció la irrealidad de esta estimación. Ella también notó que aunque la mayoría de los efectos incapacitantes de la ECM parecen afectar solo a la minoría de los protagonistas, su impacto es severo, y una intervención efectiva es difícil de encontrar.



TRATAMIENTOS RELACIONADOS CON LOS PROBLEMAS DE LA ECM


Aunque no hay resultados controlados acerca de estudios de aproximación terapéutica, las siguientes estrategias para uso en psicoterapia individual fueron revelados por un consenso en una conferencia de 32 clínicos que habían trabajado intensamente con protagonistas de experiencias cercanas a la muerte (Greyson, 1996; Greyson & Harris, 1987). Es usualmente valorable permitir a los pacientes que han tenido ECMs verbalizar su confusión y angustia, aunque ellos experimenten dificultades para ponerlas en palabras. Distinto es en pacientes con delirio, quienes pueden llegar a estar más agitados si se les permite una conversación descontrolada, los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte usualmente llegan a estar más frustrados si no hablan acerca de su experiencia. La reflexión y clarificación de las percepciones y emociones de los pacientes  son usualmente más facilitadoras que las interpretaciones, las cuales son a menudo consideradas por los pacientes como malas interpretaciones, y la información objetiva acerca de la frecuencia y los efectos comunes de las ECMs a menudo mitigan lo referido a sus implicaciones y consecuencias, para sus pacientes y sus familias.
Con respecto a la consideración del protagonista de experiencias cercanas a la muerte como víctima, esto suele ser a menudo contraterapéutico, de cualquier manera que se pueda ayudar a los pacientes a apreciar su rol activo en la generación de detalles específicos de su experiencia, esto puede ayudarles a resolver problemas que surjan de ella. Un aspecto terapéutico resultante de muchas ECMs es lo que Rosen (1976) llamó egocida o suicida simbólico, el sacrificio de las partes en conflicto de la personalidad, que han sido un modo de sufrimiento para el individuo. En esos casos la tristeza por la pérdida de esas partes conflictivas puede ser apropiado. La introducción de alteraciones controladas en la experiencia a través de hipnosis o imaginería guiada y el uso de medios no verbales, como un arte pueden ayudar a pacientes a resolver conflictos que ellos juzgaban como inefables. Una sensación de haber “retornado” a la vida por una razón o haber elegido “regresar” es un forma común de conflicto; regresiones, ambivalencia, y frustración acerca del “retorno” debería ser explorada (Greyson, 1996; Greyson & Harris, 1987).
Los cambios en los valores, actitudes y creencias podrían requerir cambios en la interacción familiar, lo cual podría llevar a problemas secundarios. Una focalización en el aquí y ahora en terapia podría ayudar a estos individuos quienes han tenido dificultades para apreciar represiones temporales después de su aparente “interminable” experiencia. Al contrario de pacientes con TPEP, los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte raramente quieren eliminar recuerdos intrusivos de su experiencia. Más comúnmente, ellos  requieren ayuda para integrar la experiencia y su lección para sus vidas.
Con una experiencia tan extraña a la vida mundana como lo es la ECM, la exploración de problemas y soluciones con sujetos experienciantes puede reducir el sentido de lo bizarro asociado con el fenómeno. Algunos pueden encontrar más fácil explorar los problemas en una psicoterapia grupal con pacientes que han tenido ECMs o experiencias similares que con un simple terapista quien, aunque él o ella hayan tenido una ECM pueden carecer de voluntad para compartirla con el paciente para evitar influencias sobre sus recolecciones o interpretaciones. Algunos pacientes podrían beneficiarse de grupos soportes referentes de protagonistas de experiencias cercanas a la muerte que existen en varias ciudades ( una lista de grupos soportes está disponible en la Asociación Internacional de Estudios de Experiencias Cercanas a la Muerte, C.C. 502, East Windsor Hill, CT 06028-0502.) Hablar con otros protagonistas de experiencias cercanas a la muerte en un ambiente que pueda ayudarlos normaliza la experiencia, aunque la identificación y la asociación  sólo con personas protagonistas puede reforzar la sensación de alineación del protagonista frente a los no protagonistas.
No hay evidencia de que medicación psicotrópica pueda ayudar con los problemas relacionados con las ECMs, a menos que se encuentren pacientes con criterio de trastorno depresivo comorbido o TPEP (Greyson, 1997). De hecho, algunos escritores han  advertido acerca contra la medicación individual en el medio de despertares espirituales espontáneos, ya que puede enfriar el proceso en el medio del curso del proceso e impedir un desarrollo reparativo ulterior. (Grof, 1975; Wilber, 1984). Como una alternativa a la medicación, el compromiso consciente con procesos reparativos tomados de disciplinas contemplativas como la meditación o el rezo puede ayudar al individuo en una crisis espiritual. Sin embargo, si un despertar espiritual involucra rasgos de tipo psicótico, las disciplinas contemplativas que requieren de un ego más fuerte que el que poseen individuos psicóticos o borderlines, entonces estaría contraindicado.
No sólo la meditación es inadecuada para esos pacientes, sino que también puede desmantelar la débil estructura que tienen, aunque ellos a menudo son arrastrados por la medicación hacia un estado de racionalización de su estado de “nulidad” (Enger, 1983; Wilber, 1984). Los pacientes deberían ser ayudados para integrar la práctica espiritual a la vida y trabajo diario, más bien que separarla, porque el sendero del retiro ascético confunde la supresión de la vida terrenal con la trascendencia de la vida terrenal (Wilber, 1984).
Algunas formas de rehabilitación psicosocial pueden ayudar cuando los protagonistas tienen dificultad para adaptarse a las demandas diarias de la vida mundana que a ellos no les parece relevante pero son aún necesarias. A su vez los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte pueden necesitar alterar su realidad externa para reflejar los cambios internos traídos de la experiencia. Individuos que encuentran sus viejas profesiones irreconciliables  con las nuevas actitudes y valores  pueden necesitar consejo para dirigir la disolución de los estilos de vida previos o la reconstrucción de los nuevos y hacerlos compatibles consigo mismos. Terapias familiares o de pareja pueden ser indicadas cuando los cambios en el protagonista demandan cambios en las relaciones cercanas. Greyson (1997) describió tres casos clínicos en los cuáles los cambios en la profesión basados en cambios de actitudes relacionadas con una ECM  fueron estrategias terapéuticas críticas.



TEORÍAS


Desde Pfister (1930) la interpretación original de las ECMs como una defensa contra la amenaza de muerte, varias hipótesis psicológicas han sido propuestas para explicarlas y a sus rasgos consistentes (Greyson, 1983c). El más comprensible modelo psicodinámico de las ECMs ha sido basado en los conceptos de disociación, absorción, y propensión a la fantasía, descritos anteriormente. Como se vio, hay evidencia empírica indirecta de estos modelos, aunque la evidencia directa ha sido difícil de obtener.
A lo largo las líneas explicativas de Pfister (1930), el modelo anticipadamente sugiere que las ECMs son producto de la imaginación, construidos en base a un modelo de expectativa cultural y personal, para protegerse a sí mismo de enfrentar la amenaza de muerte. Los datos empíricos no sostienen esta hipótesis. Aunque hay algunas variaciones transculturales en el contenido de la ECM, los sujetos a menudo reportan experiencias que están en conflicto con su religión específica y su expectativa personal de la muerte (Abramovitch, 1988; Ring, 1984). Además la gente que nunca había oído de las ECMs describe el mismo tipo de experiencias que la gente a la que le es familiar el fenómeno, y el conocimiento de individuos que han tenido ECMs previamente no influye en los detalles de sus propias experiencias (Greyson, 1991); Greyson & Stevenson, 1980; Ring, 1980; Sabom, 1982). Otro problema del modelo anticipado de las ECMs es que los niños demasiado jóvenes para recibir sustanciales condicionamientos culturales y religiosos acerca de la muerte reportan lo mismo que los adultos. Hay también reportes de ECMs  ocurridos antes de que el niño pudiera tener algún desarrollo del lenguaje, pero descritos por esos mismo niños años más tarde (Herzog & Herrín, 1985; Serdahely & Walker, 1990).
Por supuesto, la narrativas retrospectivas de adultos  acerca de ECMs de su infancia, puede ser sujeto de las mismas influencias culturales como las ECMs de los adultos, pero varios investigadores han publicado colecciones de ECMs descritas por niños que eran demasiado jóvenes (Bus, 1983; Gabbard & Twemlow, 1984; Morse y col, 1986). Serdahely (1991) comparó acontecimientos retrospectivos de ECMs en la infancia con acontecimientos contemporáneos dados por niños y no encontraron evidencias de que estos acontecimientos retrospectivos fueran embellecidos o distorsionados.
La visión de las ECMs como recolecciones de la experiencia del nacimiento, popularizado por Sagan (1979), ha sido plausiblemente refutado en argumentos con evidencia tanto teórica como empírica. Becker (1982) sumarizó la preponderancia de la evidencia de que los recién llegados sufren la pérdida de la agudeza visual, de la estabilidad espacial de las imágenes visuales, de la alerta mental, y la capacidad cortical de codificar y registrar los recuerdos de la experiencia del nacimiento. El también describe la falta de correspondencias significativas entre la experiencia del nacimiento y los rasgos importantes de las ECMs. Blackmore (1983) examinó reportes de OBEs dados por personas nacidas por cesárea y aquellos que nacieron por alumbramiento vaginal: las afirmaciones de cada experiencia como un pasaje a través de un túnel a otro reino fue igualmente común en ambos grupos, contradiciendo la predicción del modelo de la memoria del nacimiento, que dice que estas experiencias serían raras en sujetos nacidos por cesárea. Grof (1975) eludió esa predicción,, así como las implicaciones reduccionistas de un modelo literal de memoria de nacimiento, por conceptuar a las ECMs como representaciones de un arquetipo Junguiano de una experiencia de nacimiento, más bien que el recuerdo de un evento actual de nacimiento. Grosso (1983) describió lo que él llamó “el arquetipo de la muerte y la iluminación” (p. 15), una plantilla psíquica de renacimiento que él vio reflejada en las ECMs tanto como en los sueños, mitología, ritos antiguos, y experiencias psicodélicas. Aunque el armazón expuesto por Grof y Grosso sitúa las ECMs dentro de un contexto más amplio, sus propuestas no describen como esto puede guiar a alguien para establecer hipótesis o intervenciones terapéuticas.



La hipótesis de la hipoxia


Una suposición común ha sido que la anoxia o hipoxia, como un usual sendero final hacia la muerte cerebral, podría estar implicado en las ECMs. Sin embargo, el único reporte publicado en el cual un investigador ha podido medir los niveles  de oxígeno y dióxido de carbono en sangre durante las ECMs no encontró efectos de anoxia o hipercapnia en la experiencia (Sabom, 1982). Whinnery (1997) desarrolló un modelo de hipoxia de las ECMs basado en los breves períodos de inconsciencia inducidos en pilotos de combate por rápida aceleración, lo cuál reduce el flujo de sangre a la cabeza. Él argumentó que muchos rasgos de ECMs son consistentes con estos episodios de inconsciencia hipóxica, los que se caracterizan por incapacitación, convulsiones mioclónicas, alteraciones de la memoria, y efectos visuales. Whinnery propuso que como la circulación distal entro de la retina está comprometido, el campo visual se contrae concentricamente, llevando a una visión de túnel y eventualmente a una completa pérdida de visión o apagón.
La incorporación de la visión de túnel como “de ensueño” (breve y fragmentadas imágenes que los pilotos reportan cuando pierden la consciencia como resultado de la alta aceleración) podría interpretarse como un pasaje a través de un túnel hacia una luz brillante. Las sacudidas mioclónicas son también frecuentemente incorporadas dentro del ensueño como resultado de la actividad rítmica de los miembros. La memoria, la cual usualmente se pierde durante las aceleraciones induciendo la inconsciencia, usualmente regresa luego de la consciencia sensorial;, así el imput fisiológico como una convulsión mioclónica podría también ser incorporado en la memoria d ensueño. Los síntomas adicionales de la aceleración  induciendo inconsciencia, usualmente incluye hormigueo en las extremidades y alrededor de los labios, confusión y desorientación en la conciencia despierta y parálisis  previa al despertar. . Una sensación de flotación, autoscopía, movimientos automáticos, parálisis, disociación, y agradables sensaciones que también se han reportado. Aunque no es común, Las OBEs, son reportadas con  incrementos severos de daños isquémicos. La pérdida del rendimiento motor  en el sistema nervioso periférico produce la sensación de estar fuera del cuerpo o desconectado del mismo.
Los mayores rasgos que la pérdida de la conciencia por aceleración inducida comparte con las ECMs son visiones de túneles y luces brillantes, sensaciones de flotación y movimientos automáticos, las OBEs, deseo de no ser molestado, parálisis, ensueños vívidos de bellos lugares que frecuentemente incluye a miembros de la familia y amigos cercanos, sensaciones agradables, euforia, y algunos recuerdos agradables. Ni revisión de la vida ni memoria panorámica han sido reportados en la pérdida de conciencia por alucinación inducida.. Sería extraño si los síntomas de pérdida de la consciencia no fueran asociados a las ECMs. Whinnery advirtió que el modelo no explica todo los fenómenos de experiencias cercanas a la muerte pero podría ser usado para diferenciar aquellos componentes del fenómeno que ocurren como resultado de la inconsciencia de aquellos que habían estado más allá de del alcance de la experiencia hipóxica y son únicos de las ECMs.





Otras Hipótesis Psicológicas


El porqué de que los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte reporten eventos que otros alrededor de ellos no pueden ver o experimentar, puede hipotetizarse como que las ECMs son alucinaciones producidas o pro medicaciones dadas a pacientes que están muriendo o por desequilibrios metabólicos o malfuncionamiento cerebral de personas que están cerca de la muerte. Sin embargo muchas ECMs son registradas por individuos que no tenían malfuncionamiento metabólico u orgánico que podrían causar alucinaciones. Además las disfunciones orgánicas generalmente producen pensamientos confusos, irritabilidad, temor, beligerancia y visiones idiosincráticas, realmente diferente a la excepcional claridad de pensamiento, tranquilidad, calma, y los contenidos característicos de las ECMs. Las visiones en pacientes con delirios son generalmente de personas vivas, mientras que aquellos pacientes con clara sensorialización como los que se aproximan a la muerte las visiones son de personas fallecidas (Osis & Haraldsson, 1977). Los pacientes que han experimentado tanto ECMs como alucinaciones generalmente descuentan las similitudes superficiales entre ambas y describen el mundo de la ECM como “más real” que la realidad ordinaria, la cual, a su vez, es descripta como “más real” que el mundo de las alucinaciones vigílicas. Los estudios han documentado que  a los pacientes febriles, anoxicos, o a los cuáles se les ha dado drogas cuando estaban cerca de la muerte, reportaron menos ECMs y experiencias menos elaboradas que los pacientes que permanecían sin drogas y no estaban ni febriles ni anoxicos (Osis & Haraldsson, 1977; Ring, 1980; Sabom, 1982).
Así surgen sugerencias de que o las drogas o los delirios por inducción metabólica más bien que causar ECMs, de hecho las inhiben, o que los pacientes con delirio no tienden a recordar sus experiencias cuando se recuperan.
Varios modelos neurobiológicos han sido propuestos para explicar la ECM, involucrando el rol de las endorfinas u otros opioides pépticos endógenos (Carr, 1982; Saavedra-Aguilar & Gómez-Jeria, 1989), serotonina (Morse, Venecia, & Milstein, 1989), glutamato o endopsicosinas activas en la N-metil-D-aspartato (NMDA) receptores de la penicilina (Janssen, 1977a, 1977b), y en la interacción entre muscarínicos, NMDA, hormonas adrenocorticotrópicas, y sistema encefalino (Persinger, 1994). Las ECMs han sido localizadas hipotéticamente en el lóbulo límbico (Saavedra-Aguilar & Gómez-Jeria, 1989),, primariamente en el hipocampo (Carr, 1982; Jourdan, 1994); en un sitio a lo largo de la cisura de Silvio, en el lóbulo temporal derecho (Morse y col., 1989); y en la fibra de Reissner en el canal central del cordón espinal (Wile, 1994). En este punto, varios modelos son especulativos y no han sido testeados.
Persinger (1994) propuso una hipótesis de hemisferización vectorial para explicar las experiencias místicas en términos de intrusión del hemisferio derecho, equivalente al sentido del sí mismo en el hemisferio izquierdo de la consciencia. Él ha asegurado (Persinger, 1989) que el mayor componente de las ECMs, incluyendo OBEs, sensaciones de flotación, sentimientos de ser jalado hacia la luz, escuchar una extraña música, y de tener profundos significados, pueden ser provocados experimentalmente por inducción de corrientes eléctricas en la región del lóbulo temporal a través de fuentes exógenas de campos magnéticos con registros de picos y ondas. También notó (Persinger, 1994), que la mayoría de las experiencias comunes reportadas por los participantes fueron vertiginosas y con hormigueos, las cuáles no son características de los fenómenos de cercanía a la muerte, y que las experiencias inducidas  fueron fragmentadas y variables, al contrario de las temporarias y enfocadas sensaciones de ECMs. Los participantes de este protocolo experimental pudieron conversar con el experimentador y reportar sus sensaciones de lo que les ocurrió. A diferencia de los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte, ellos permanecieron subjetivamente en la realidad ordinaria y no experimentaron un cambio subjetivo a un mundo supramundano durante la experiencia.
Un modelo comprehensivo neurobiológico de las ECMs fue propuesto por Saavedra-Aguilar y Gómez-Jeria (1989), invocando disfunción del lóbulo temporal, hipoxia, estrés psicológico, cambios en los neurotransmisores, así modulados por la memoria individual y los sistemas de lenguaje. Ellos propusieron que, seguido a un evento traumático, el estrés cerebral, y los cambios en los neurotransmisores, lleva a descargar neuropéptidos endógenos, neurotransmisores, o ambos, produciendo analgesia, euforia, y  desprendimiento, mientras la presión de oxígeno decae en el cerebro, primeramente en las estructuras límbicas. Estos dos efectos combinados excitación y descargas epileptiformes en el hipocampo y la amigdala, producen complejas alucinaciones visuales y una revisión de la vida. Luego de que las descargas se propagan a través de las conexiones límbicas a otras estructuras cerebrales, produce  otras posteriores alucinaciones y una sensación de luz brillante. Posteriormente en la recuperación, los sistemas lingüísticos reconstruyen estas s sensaciones en una experiencia consistente con las creencias culturales del sujeto.. Como otros modelos fisiológicos de las ECMs, este modelo asume trauma físico e hipoxia y así no explican aquellas ECMs que ocurren en ausencia de daños fisiológicos.
Además, se adscribe al mal funcionamiento del lóbulo temporal rasgos claves de las ECMs que no han sido hechos reportados fielmente ni en registros clínicos ni en estimulaciones eléctricas de aquellas estructuras cerebrales, como los sentimientos de paz o beatitud y sensaciones de estar fuera del cuerpo (Rodin, 1989). Este modelo está basado en numerosas suposiciones sin apoyo y especulaciones derivadas de las investigaciones neuroquímicas con animales, y sus elementos claves- “estrés cerebral” y neurotransmisores inespecíficos y sitios neuroanatómicos- que son vagos. Esto no implica que el modelo es incorrecto, sino más bien que neurofisiológicamente hablando es demasiado ambiguo; es un modelo plausible, pero no testeable.
Jansen (1977a) propuso que las ECMs son producidas por bloqueo de receptores NMDA en el cerebro. Ha argumentado que algunas condiciones que precipitan las ECMs, como la hipoxia, descarga un flujo de neurotransmisores glutamáticos excitatorios , los cuales matan neuronas por sobreactivación de los receptores NMDA. Esta neurotoxicidad puede ser bloqueada por si los receptores NMDA son limitados por la anestesia disociativa ketamina, cuyas propiedades psicoactivas pueden inducir ECM tanto como alteración de la conciencia. Jansen especuló que , en individuos que no estaban bajo la influencia, no se identifican “endopsicosinas” neuroprotectoras ligadas a los neuroreceptores de la NMDA que prevenían la neurotoxicidad, y estas endopsicosinas también alteran la conciencia como lo hace la ketamina. Jansen argumentó que la ketamina puede inducir experiencias de túneles, luces, y sensaciones de comunicación telepática con aparición de entidades místicas, y propuso que el modelo de los receptores NMDA podría ser un sendero común para el fenómeno de la cercanía a la muerte, precipitado por despersonalización, regresión al servicio del ego, reactivación de los recuerdos de nacimiento, deprivación sensorial, epilepsia del lóbulo temporal, descarga de endorfinas, e hipoxia.
Aunque el modelo de la ketamina de Jansen (1997a) es atrayente, depende de la especulación acerca de la existencia de “endopsicosinas”   aún no identificadas. A diferencia de las ECMs las experiencias con ketamina son frecuentemente pavorosas (Strassman, 1997) y raramente mencionada por los protagonistas como “real” (Fenwick, 1997). Además, la claridad presentada durante las ECMs y los claros recuerdos presentados luego son inconsistentes con el modelo basado en una funcionamiento cerebral comprometido, de hecho, las ECMs suelen ocurrir en ausencia de una fisiología cerebral perturbada.
Jourdan (1994) propuso un modelo similar implicando el bloqueo de los receptores NMDA del hipocampo por endopsicosinas, agregando que la alteración del ritmo theta del hipocampo durante los estados meditativos produce eventos fisiológicos similares a las ECMs. Hipotetizó que los receptores NMDA se bloquean en el hipocampo previniendo “una potenciación a largo plazo” una larga intensificación secundaria de la eficacia sináptica del hipocampo, para reparar el consumo neural, el cuál habría de , cerrar los accesos a la información sensorial, un estímulo común de las experiencias místicas.
En gran parte estas hipótesis psicológicas y fisiológicas son exitosas en explicar ECMs, porque lo hacen enfocándose selectivamente en ciertos rasgos de la experiencia y por la manifestación de otros rasgos que no explican el fenómeno sino periféricamente. Ninguna teoría ha sido aún propuesta que pueda abarcar satisfactoriamente todos los elementos comunes de las ECMs. No hay una razón lógica, sin embargo, para exigir que una teoría comprehensiva explique el fenómeno por completo. Es bien posible que los componentes extracorporales de las ECMs, por ejemplo, sean mejor entendidos como una defensa disociativa considerando que el sentido de paz y bienestar es una función de las endorfinas, y la revisión de la vida está relacionada con el bloqueo de los receptores NMDA.
Blackmore (1993) propuso algo así como un modelo multifacético de las ECMs en el cual varios componentes de la experiencia fueron explicados por diferentes mecanismos psicológicos o psicofisiológicos. Ella atribuyó los ruidos escuhados por los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte o a la estimulación de la cóclea o al lóbulo temporal por anoxia cerebral; el túnel y la luz se da por una deshinibición en el córtex visual nuevamente activado por la anoxia; sentimientos de paz y bienestar a la descarga de endorfinas; y las experiencias aterradoras a los antagonistas de la morfina. Blackmore atribuyó la sensación de estar fuera del cuerpo a la retrospectiva cerebral de reconstrucción de una realidad plausible después de que la imagen del cuerpo normal se rompe por la falta de  entrada sensorial, y la revisión de la vida al acceso límbico-temporal inducido por endorfinas y la estimulación del hipocampo por ciertos neurotransmisores.
Aunque muchos de estos mecanismos neurofisiológicos son plausibles, ninguno ha demostrado ocurrir en los estados cercanos a la muerte, y además,  aquellos mecanismos basados en la anoxia cerebral, han sido contradecidos por datos empíricos. Igualmente, en la negación de la posibilidad de que algo pueda separarse del cuerpo físico en la muerte y sobrevivir, Blackmore, Blackmore (1993) fue convocada para acotar los datos empíricos sobre los aspectos paranormales de las ECMs ya que su modelo no se acomodaba al mismo (p.e., pp. 169,262). A diferencia de  algunas otras teorizaciones que ignoran la faceta paranormal de la experiencia, Blackmore reconoció el desafío y los planteos para los modelos fisiológicos y psicológicos concediendo que “si... hay verdaderos y convincentes eventos paranormales y están documentados entonces ciertamente la teoría que yo propuse tendrá que ser revocada” (p. 262).
Últimamente, aunque cuando estos modelos fisiológicos para la ECM tienen algún dato sostenible, ellos nos dejan en una situación filosóficamente ambigua: Correlacionar un estado cerebral con una experiencia no implica necesariamente que el estado cerebral causa la experiencia; el estado cerebral puede alternativamente permitir el acceso a un simple reflejo de la experiencia. De hecho, esta última posibilidad ha sido  defendida por algunos investigadores que han abogado por los estudios neurofisiológicos de las ECMs. Persinger (1989, pp. 237-238) escribió que los cambios transitorios en el cerebro durante una ECM permitiría la percepción de información paranormal; Jansen (1997b, p. 94) describió su postulación de que los receptores NMDA cambian creando “una puerta a un lugar al cual no podemos normalmente entrar; no hay evidencia definida de que este lugar no exista”; y Jourdan (1994, p. 198) escribió que,  a pesar de su propuesta de un modelo neuroquímico de las ECMs, la evidencia de aspectos paranormales de la ECM “rompe con las reglas de cualquier hipótesis de que esas experiencias son alucinación o un fenómeno puramente neuroquímico”. Como Strassman (1997, p. 38) expresó, “el entendimiento de cómo la televisión trabaja no produce ninguna información con respecto de donde viene la imagen y el sonido”.
 Esta dicotomía entre  estados cerebrales y el origen de las ECMs ha sido ilustrado por dos analogías contrastantes. En un modelo Siegel (1980, pp. 926-927) aplicó la teoría de Jackson de una descarga perceptual de alucinaciones a las ECMs: si la conciencia persiste mientras la entrada sensorial es reducida, las imágenes originadas en el cerebro son percibidas si fueran originadas por los sentidos. En la analogía de Siegel, una persona mira hacia una ventana. En plena luz del día, la persona ve el jardín y no el interior de la habitación. Cuando el crepúsculo se acerca, sin embargo, las imágenes de objetos en el cuarto iluminado son oscuramente reflejadas en la ventana, y el observador puede focalizar o sobre el jardín externo o por reflexión en le habitación interna. Cuando cae la noche, el interior del cuarto iluminado es vívidamente reflejado en la ventana, y parece estar afuera. Ring (1997, p. 118) ofreció un modelo alternativo de las ECMs basado en el concepto de James (1902/1958, pp. 378-379) de diferentes formas de conciencia: Una entrada sensorial es reducida, otra realidad, usualmente enmascarada por la entrada sensorial, es revelada. En la analogía mencionada por Ring, una persona mirando hacia el cielo en pleno día ve sólo el sol brillando; sólo a la noche, cuando la luz solar está ausente, puede el observador ver las estrellas y los demás cuerpos celestiales.



Separación cuerpo-mente e hipótesis de una vida posterior


Las hipótesis explicativas avaladas por la mayoría de los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte es que durante la ECM una parte de ellos es separada del cuerpo físico y experimenta una introducción  hacia una vida posterior. Mientras que los investigadores de las ECMs han proliferado durante los años recientes, con raras excepciones, los investigadores han ignorado la cuestión de la sobrevivencia de la conciencia más allá de la muerte del cuerpo, a pesar del hecho de que el interés popular en las ECMs parece agrandarse debido a sus implicaciones de que la muerte es una transición más que un fin. Algunas de las similitudes transculturales entre ECMs, sin embargo, son difíciles de explicar en término de  procesos universales fisiológicos o psicológicos. Por ejemplo, los protagonistas a menudo reportan que durante las ECMs ellos parecen ver sus cuerpos como desde diferentes puntos en el espacio. Varios investigadores han coleccionado casos en los cuáles los individuos estaban luego capacitados para describir con imposible certeza lo que estaba ocurriendo alrededor de ellos mientras estaban ostensiblemente inconscientes (Hampe, 1979; Kübler-Ross, citada en Ebon, 1977; Moody, 1977; Sabom, 1982). Algunas de aquellas descripciones podían ser atribuibles a un alto rango de suposiciones acerca de los eventos que probablemente ocurrieron o una reconstrucción retrospectiva de un escenario basado en objetos o eventos vislumbrados previamente o luego del período de inconsciencia. Sin embargo, cuando Sabom (1982) le preguntó a sus pacientes resucitados que describieran que pensaban ellos acerca de lo que vieron en su escenario de resucitación, algunos protagonistas de experiencias cercanas a la muerte pudieron relatarle acertados detalles de eventos idiosincráticos e inesperados durante sus resucitaciones, pero comparaciones con pacientes que no habían reportado ECMs mostraron que estos fueron incapaces de hacerlo. Algunos protagonistas reportaron adicionalmente que, mientras estaban ostensiblemente “fuera del cuerpo”, ellos llegaron a ser conscientes de eventos que no podrían haber percibido normalmente aunque ellos hubieran estado conscientes, eventos ocurridos a una distancia fuera del rango de sus órganos de los sentidos. Ring y Lawrence (1993) publicaron detalles de tres casos de los cuales obtuvieron corroboraciones independientes de pacientes inconscientes con percepciones acertadas desde fuera dl cuerpo de fisiatras y enfermeras presentes durante las ECMs. Algunas de aquellas acertadas percepciones incluyeron objetos altamente improbables, como cordones de tartan de zapatos de una enfermera que estaba presente sólo durante la resucitación de los pacientes y no antes ni después, y objetos inesperados en ubicaciones en las cuáles el paciente no tuvo acceso. Ring y Cooper (1997, 1999) reportaron 31 casos de cegueras individuales, algunos ciegos de nacimiento que experimentaron percepciones visuales acertadas de objetos y eventos durante sus ECMs.
Sabom (19980 describió en gran detalle la anómala ECM de una mujer con un aneurisma gigante en la arteria basilar, la ruptura del cual habría de ser inmediatamente fatal. Porque el tamaño y la localización de un aneurisma impedían removerlo con seguridad por las técnicas neuroquirúrgicas standards, ella fue remitida por paro cardíaco hipotérmico, un proceso por el cual su cuerpo bajó su temperatura a 60º F,  su ritmo cardíaco y respiración se detuvieron, sus ondas cerebrales se aplanaron, y la sangre se vació de su cabeza. Durante este procedimiento ella presentó todos los criterios aceptados para muerte cerebral: su electroencefalograma (EEG) estaba totalmente plano, indicando ausencia de actividad eléctrica cerebral; su potencial de evocación cesó, indicando cesación de la función troncular; y la sangre fue completamente drenada de su cerebro produciendo ausencia de cualquier tipo de función cerebral. Al contrario de los recuentos de la mayoría de las ECMs , en las cuáles hay sólo alguna documentación de los estados fisiológicos de los protagonistas, este caso proveyó documentación contínua de presión sanguínea, respuesta cardiaca, ritmo cardíaco , oxigenación de la sangre estado corporal y temperatura cerebral, actividad cerebral cortical, y potenciales evocados del tronco cerebral.
Reparar este tipo de aneurisma requiere que el flujo de sangre  a través de las arterias cerebrales sea desviado para permitir el desarrollo del procedimiento, que tarda alrededor de 45 minutos. El cerebro con una temperatura corporal normal no puede resistir la disrupción del suplemento de oxígeno por más de unos pocos minutos. Sin embargo, cuando los cuerpos de los pacientes son enfriados a 60º F, las demandas metabólicas son reducidas y la mayoría puede tolerar una completa cesación del flujo cerebral por al menos 45 minutos (Weiss y col., 1998). Este extraordinario procedimiento neuroquirúrgico involucra desviar el suministro de sangre hacia una máquina de bypass cardiopulmonar para que la sangre pueda ser completamente drenada del cerebro y enfriada a 60º F antes de ser regresada al cuerpo. La siguiente es una breve descripción de la experiencia de la paciente de Sabom.
Los ojos de la paciente fueron tapados y unos auriculares fueron insertados en sus oídos, con el fin de emitir pulsos de 100 decibeles y bloquear cualquier otra estimulación del auditorio. Después de ser completamente anestesiado, el neurocirujano abrió su cuero cabelludo, cortó su cráneo  con una sierra neumática especial, y abrió la duramadre para exponer el cerebro. Mientras tanto un cirujano cardíaco localizó la arteria femoral en la ingle del paciente para un bypass cardiopulmonar pero encontró que la arteria era demasiado pequeña y tuvo que cambiar a la pierna opuesta, en la cual la sangre fue desviada de la arteria hacia la máquina de bypass, donde fue enfriada y entonces retorno a su vena. Cuando su temperatura corporal cayó a 25º, ella hizo una fibrilación ventricular y su corazón se detuvo, luego de lo cual sus ondas cerebrales se aplanaron. Veinte minutos más tarde, su temperatura corporal era de 60º F, los pulsos de sus auriculares se detuvieron despertando una respuesta troncular, indicando una cese total de su actividad cerebral. En este punto, el encargado de la mesa de operaciones estaba inclinado sobre la misma, la máquina de bypass cardiopulmonar estaba apagada, y la sangre había sido drenada fuera de su cuerpo, el saco del aneurisma se colapsó, y así se pudo de forma segura cortarlo y extraerlo.
Una vez que el aneurisma fue reparado, la máquina de bypass se encendió nuevamente y la sangre caliente fue infundida hacia adentro del cuerpo, lo cual fue seguido por el retorno del potencial troncular y de la actividad eléctrica del EEG.. Mientras esto ocurría, sin embargo, su corazón entró en una fibrilación ventricular, y ella tuvo que ser estimulada por choques eléctricos dos veces para restaurar el ritmo cardíaco regular.
El paciente reportó subsecuentemente que ella había despertado de la anestesia por el ruido de la sierra neumática, se sintió arrancada del extremo de su cabeza, y vio la sala de operaciones por encima del hombro del neurocirujano. Ella acertó la descripción de los 20 doctores, enfermeras y técnicos en la sala, la mayoría de los cuales ella nunca conoció, y varios detalles peculiares de la única sierra neumática usada para cortar su cuero cabelludo, la sorpresa del cardiocirujano al encontrar la arteria femoral inicial, muy pequeña para usarla, y escuchó la música usada en el cuarto de operaciones cuando ella cuando ella regresó a su cuerpo, pero aún estaba inconsciente. Ella reportó que después de que su corazón se detuvo y la sangre fue drenada de su cuerpo, ella fue a través de un túnel con una luz brillante, donde se encontró con varias personas, incluyendo varios parientes fallecidos, que le advirtieron que si ella no regresaba, no sobreviviría a la operación. Sabom (1998) notó que mientras esta mujer estaba muerta, como lo definió el silencio del EEG, la ausencia de respuesta troncular, y la falta de sangre en el cerebro ella tuvo la más profunda ECM que cualquiera de sus pacientes haya tenido en su estudio; su ECM marcó 27 puntos en su escala de ECM, casi 2 desvíos standard más allá de la media para las experiencias cercanas a la muerte.
 El meticuloso monitoreo de estos pacientes muestra un explicación fisiológica común como hipótesis para agregar. Este caso no puede ser explicado por un acceso a la actividad del lóbulo temporal; porque las ondas cerebrales eran continuamente monitoreadas y no mostraban ninguna actividad. . Esto no pudo explicarse como una reconstrucción basada en la escucha casual de conversaciones durante la operación, porque los auriculares bloqueaban cualquier posible ruido, y su respuesta troncular mostraba que no podía responder a una estimulación externa..
No pudo ser explicado tampoco como una reconstrucción basada en observaciones antes y después de ser anestesiada, porque ella describió acertadamente personas, equipos, y eventos que no fueron observables por ella ni antes ni después del procedimiento.
Los individuos que han tenido percepciones verídicas fuera del cuerpo usualmente afirman que sus procesos mentales fueron marcadamente claros cuando ellos parecían estar separados de sus cuerpos físicos, y llegaron a convencerse por esta experiencia de que ellos sobrevivirían a la muerte de su cuerpo físico. Sin embargo, porque los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte de hecho están aún vivos, ellos no existen independientemente de sus cuerpos físicos; aunque la conciencia puede parecer aislable del cuerpo, aún permanece dependiendo de él para una existencia continuada (Duchase, 1961). Así, aunque las verídicas experiencias extrasensoriales o OBEs cercanas a la muerte pueden sostenerse por la interrelación de cuerpo y mente mientras se está vivo, ello no nos dice necesariamente nada acerca de las condiciones postmortem. Sin embargo, si la mente escapadse funcionar fuera del cuerpo mientras se está vivo, entonces es concebible que sean capaces de funcionar después de la muerte del cuerpo (Osis & Mitchell, 1977).
Algunas personas que se aproximaron a la mente y se recuperaron, reportan que, durante el tiempo en que ellos parecieron morir, se encontraron con parientes muertos y amigos. Algunos de estos casos pueden ser reflexiones alucinatorias de las expectativas individuales frente a la muerte o pueden representar intentos defensivos para reducir el temor o la inminente muerte a través de imaginar una reunión con personas familiares. Esta explicación es menos plausible en niños, quienes no han adquirido un concepto de la muerte como algo permanente y que habrían alucinado más naturalmente sus vidas con sus padres u otros protectores en momentos de estrés. De hecho, sin embargo, los niños virtualmente nunca sus vidas junto a sus padres durante las ECMs (Kübler-Ross, citada en Badham & Badham, 1982). En algunos casos, niños protagonistas de experiencias cercanas a la muerte supuestamente describen encuentros con personas, las cuáles ellos no conocen, en suficiente detalle como para permitir a sus padres reconocer aquellas personas fallecidas como parientes, o el niño pudo más tarde identificar a la persona vista en una ECM en un portarretrato familiar que él o ella nunca habían visto antes (Badham & Badham, 1982).
Otro tipo de visiones cercanas a la muerte que puede proveer evidencia de supervivencia es el tipo llamado “Pico en Darien” (Cobbe, 1882), en la cual el protagonista en su lecho de muerte ve a un fallecido reciente de quien no tenía conocimiento de sus deceso, excluyendo la posibilidad de que la visión fuese una alucinación relacionada a las expectativas del protagonista. Dichos casos han sido reportados por varios investigadores (Badham & Badham, 1982; Barret, 1926; Callahan & Kelley; 1993; Hyslop, 1908; Kübler-Ross, 1983; Moody, 1975; Moody & Perry, 1988; Ring, 1980; Sabom, 1982; Spraggett, 1974). Como Blackmore reconoció, estos aspectos de las ECMs se nos presentan con datos que no peden ser considerados como variables fisiológicas o psicológicas o por expectativas culturales o religiosas. Aunque estos datos no son  una prueba obligada de sobrevivencia, ellos proveen de evidencia convergente que, cuando es combinada con datos de otras fuentes, puede ser considerada sugestiva en sí.




PROBLEMAS METODOLÓGICOS



Un problema metodológico básico en las investigaciones de experiencias cercanas a la muerte ha sido la falta de consenso entre los investigadores así como la definición de los fenómenos.
Varios investigadores han usado el término experiencia cercana a la muerte para referirse a cualquier experiencia de personas clínicamente muertas que regresaron a la vida, y experiencias padecidas por individuos que son juzgado considerados como habiendo estado cerca de la muerte, y alguna experiencia similar que conduce a una transformación personal aunque el individuo haya estado o no cerca de la muerte cuando ocurrió (Smith, 1991). En algunos ejemplos, el término ha sido usado tan ampliamente como incluido en acercamientos a la muerte aunque el sobreviviente haya recordado o no alguna experiencia asociada con esto. La falta de consenso de una definición de la ECM ha hecho difícil comparar investigaciones recogidas o de diferentes investigadores y ha estorbado la precisión y credibilidad de las investigaciones de experiencias cercanas a la muerte. Aunque la mayoría de los investigadores parecen tener en mente definiciones comparables de la ECM, algunos pocos han identificado criterios para identificar un caso como una ECM. Preferentemente el criterio para llegar a una “cercanía de muerte”ha sido inconsistente en diferentes estudios, así que las diferencias en las experiencias basadas en la proximidad precisa a la muerte o causas de los eventos cercanos a la muerte ha sido más bien disimuladas.
Más allá de algunos criterios para identificar si una ECM ha ocurrido, no hay medidas universalmente aceptadas, de las profundidades o intensidad de la experiencia. Valorando escalas como la de Ring (1980) Índice de Núcleo Central de Experiencias y la de Greyson (1983b) Escala ECM Basada en la Amplitud de las experiencias, no sólo porque las ECMs tienen numerosos rasgos sino también porque ninguno delos rasgos ha sido definitivamente establecido como una definición para la ECM. Así la Escala basada en la Amplitud es útil para comparar individuos con diferentes experiencias, con  la premisa de que de que algún núcleo subyacente de la experiencia es común a todas ellas.. Sin embargo, hay problemas para sumar elementos característicos para llevar a cabo un puntaje de “profundidad”. Primero, los elementos podrían no ser igualmente representativos de la profundidad; algunos rasgos pueden haber sido vistos en casos extremos y podrían por consiguiente ser buenas medidas de intensidad considerando que otros podrían estar en ambos extremos y también hay casos moderados. Por ejemplo, los encuentros con personas fallecidas son reportados sólo raramente en las ECMs y eso podría ser un indicador de profundidad, considerando que los sentimientos de paz son reportados por una gran mayoría de protagonistas de experiencias cercanas a la muerte y entonces no ser indicadores sensitivos de profundidad. Segundo, cada ítem en la escala podría no estar igualmente relacionado al fenómeno medido. Algunos rasgos, como la revisión de la vida, son igualmente extraños a la ECM y así pueden ser indicadores específicos de una ECM, considerando que otros ítems , como la distorsión o el fenómeno de túnel, son comunes en otros fenómenos (p.e., Cardeña, 1996) y entonces no serían indicadores específicos de una ECM. Tercero, los ítems específicos pueden tener diferente sensibilidad y especificaciones en distintas poblaciones, así que los rasgos que podrían ser buenos indicadores de profundidad en un grupo, no lo serían para un segundo grupo. Por ejemplo, las personas que le han dado considerable importancia a su inminente muerte han incluso pensado que era menos importante reportar una revisión de vida en una ECM a diferencia de aquellas personas que han llegado a estar cerca de la muerte inesperadamente. (Greyson, 1985).
Los investigadores de la etiología de las ECMs permanecen molestos por la dificultad de obtener evidencia directa insistiendo sobre las distintas hipótesis, en parte debido a la impredecible ocurrencia de la experiencia. Las hipótesis psicológicas pueden ser testeadas indirectamente por medio de exámenes de los rasgos de la personalidad y el estilo cognitivo de los protagonistas ; pero no hay situaciones detalladas, ni perfiles psicológicos que puedan detallar que defensas podrían haber operado en el momento de la experiencia. Las hipótesis neurofisiológicas que han sido propuestas no pueden ser testeadas en términos de sofisticación metodológica actual. Estas, sin embargo, ofrecen la esperanza deque algún día se produzca un puente en el hueco entre las experiencias místicas y los eventos psicológicos. Mientras, las correlaciones  de las ECMs con estructuras cerebrales específicas o neurotransmisores no habría de decirnos necesariamente que produce las ECMs, sí podría potencialmente brindarnos nuevas herramientas y técnicas de investigación de mecanismos y efectos posteriores de estas experiencias. Mientras que es discutible si la evidencia directa de la sobrevivencia postmortem es aún lógicamente posible, la investigación de funcionamiento mental de los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte durante la ostensible inconsciencia puede proveer de evidencia indirecta de la separabilidad de “mente” y “cuerpo”.
Los estudios del supuesto acierto de las visiones fuera del cuerpo que algunas veces han sido reportados por  los protagonistas de experiencias cercanas a la muerte han sido comprometidos por su confianza en observaciones azarosas de protagonistas que alegaban estar fuera del cuerpo, lo cuál podría ser difícil de verificar o evaluar retrospectivamente.
Ha habido al menos dos intentos infructuosos de corregir esta deficiencia poniendo “blancos” inusuales en ubicaciones probables para poder ser vistas por personas experimentando ECMs. En primer lugar, Holden y Joesten (1990) colocaron estímulos visuales en las esquinas de los cuartos del hospital de manera que sólo sean visibles mirándolos desde el cielorraso. Cartones “blancos”  diferentes en color y contenido fueron seleccionados al azar y colocados ciegamente en receptáculos construidos en las esquinas de las habitaciones en el departamento de emergencias, en la unidad de cuidados coronarios, y en la unidad de cuidados intensivos en un hospital general. Pacientes que padecieron paro cardíaco en alguna de las habitaciones blanco fueron entrevistados acerca de sus experiencias, con preguntas abiertas y cerradas con preguntas específicas acerca de las tarjetas blanco. Después de 1 año, sólo una resucitación fue reportada como ocurrida en alguno de los cuartos con los blancos, y ese paciente no hablaba inglés lo suficientemente bien como para participar en la entrevista. Una revisión subsecuente del protocolo de estudios sugiere que la vasta mayoría de paros cardíacos en el hospital no ocurrieron en la habitación con blancos, y que la mayoría de los pacientes en camas monitoreadas y sus potenciales paros cardíacos estaban anticipados y prevenidos.
En el segundo intento, Lawrence (Madelaine Lawrence, comunicación personal, 12 de Mayo, 1995) usó como blanco una pantalla con un diodo que emitía una luz que fue programada por alguien fuera del hospital , conteniendo la pantalla una frase simple diferente cada día. Este blanco fue colocado cerca del cielorraso mirando hacia arriba en electrofisiología clínica en un hospital escuela. En este estudio no publicado, ningún paciente reportó una ECM durante un período de 6 meses, luego del cual el puesto de Lawrence como directora de investigación de enfermería fue eliminado por razones fiscales, y el estudio fue terminado. A pesar de las intenciones originales de los investigadores, los dos estudios fracasaron en asegurar reportes de ECM y la hipótesis original no pudo ser testeada.
El aspecto más prometedor de las ECMs para futuras investigaciones es su rol en la transformación personal, al punto de que es ciertamente el punto de más fácil medición y, discutiblemente, el rasgo más importante de la experiencia. Sin embargo muchos de los estudios conducidos hasta ahora han sido limitados por la naturaleza poco representativa de la población de participantes, la falta de un protocolo de entrevista estructurado y estandarizado, con escalas objetivas.
Muchos investigadores han confiado bastante en ejemplos de muestras pequeños de participantes, e incluso esas muestras más grandes que se han estudiado son cohortes raramente imparciales o intactas. Algunos investigadores han confiado en participantes que respondieron voluntariamente a los anuncios para investigación de los periódicos o revistas de varias organizaciones y quienes pueden diferir de formas desconocidas con los participantes que eligieron no responder. Otros investigadores han confiado en sobrevivientes referidos a ellos por personal médico, quienes pudieron haber sido selectivos en el tipo de sobrevivientes que ellos recordaron o eligieron referir. Algunos de los estudios que proveyeron cohortes enteras de sobrevivientes han tenido alta proporción de negación a la participación, en un caso, el 80%, los cuáles pueden lo cual pudo haber tenido una influencia en la respuesta de la muestra.
Algunos investigadores en un esfuerzo por ampliar sus ejemplos han examinado retrospectivamente personas las cuáles han llegado a tener cercanía de muerte muchos años antes. Esa estrategia podría introducir prejuicios resultantes de la distorsión de los recuerdos con el tiempo o de rangos diferenciales de sobrevivencia entre personas con tipos diferentes de experiencias (Greyson, 1998).
Un problema adicional es el que Rosenthal (1979) llamó archive el problema en el cajón, la sospecha deque los estudios que son publicados son una muestra tendenciosa de los estudios que son conducidos actualmente. En un campo tan pequeño como el de la investigación de experiencias cercanas a la muerte, si sólo unos pocos estudios son relegados al cajón del archivo en vez de remitirlos para la publicación, el cuadro resultante de las ECMs puede llegar a ser desconocido o repudiado. Es plausible que aquellos estudios que encuentran ECMs más elaboradas o efectos posteriores más sensacionalistas, podrían ser más candidatos a ser enviados para publicación que los estudios con hallazgos menos dramáticos.
Porque muchos protagonistas de experiencias cercanas a la muerte son reticentes a discutir sus experiencias, algunos investigadores han recorrido grandes distancias para aplacar sus temores, algunas veces comprometiendo el protocolo científico y los instrumentos objetivos para sostener el rapport con los participantes. En algunos casos, los investigadores se involucraron personalmente con los participantes y un protocolo de estudios casual puede haber influenciado los reportes de los participantes de maneras desconocidas.
 Un problema posterior en algunas investigaciones de experiencias cercanas a la muerte ha sido la falta de comparación apropiada de muestras con las cuáles contrastar los aparentes efectos posteriores de las ECMs. Porque llegar cerca de la muerte, incluso sin una ECM,  puede plausiblemente producir profundos cambios en las actitudes y el comportamiento, es importante incluir a cada persona en los estudios de los efectos posteriores de la ECM para propósitos de comparación. Como agregado, el resultado de la calidad de las investigaciones de experiencias cercanas a la muerte podría ser reforzado por el uso de  mediciones objetivas y la corroboración de aparentes efectos posteriores por testigos independientes que complementen los reportes de primera mano de los propios protagonistas.




CONCLUSIÓN



Las ECMs trascendentales o místicas han ocurrido a lo largo de la historia en diversas culturas y continúa reportándose hoy por un número de pacientes quienes llegaron a la cercanía con la muerte. Aunque las expectativas culturales y los parámetros de los cercanos encuentros con la muerte pueden influenciar el contexto de algunas ECMs, existe un núcleo del fenómeno que ha permanecido invariable a través de los siglos en todo el globo. La controversia persiste sobre si la invariancia es un reflejo de defensas psicológicas universales, imperativos neurofisiológicos de la especie, o una experiencia actual o de trascendencia o de dominio místico. Los investigadores en estas explicaciones alternativa se han sentido desconcertados por la impredecible y espontánea ocurrencia de las ECMs, y han proporcionado evidencia indirecta sosteniendo los tres paradigmas de la etiología de la ECM (p.e., psicológica, neurofisiológica, y trascendente), pero no encontraron evidencias directas de ninguna de ellas. Considerando que mucha de la fascinación pública con las ECMs reside en su implicancia de que los humanos pueden sobrevivir a la muerte del cuerpo, su significado para los protagonistas en sí y para los profesionales de la salud, reposa fuertemente sobre los efectos posteriores de las ECMs sobre las actitudes, creencias, y valores individuales y sobre su poder para producir transformaciones personales.

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